In Memoriam
Philip A. Dennis (1946- 2021)
Manuel
Esparza
Philip junto son sus hermanos mayores Art y
Lynn vivió de niño en Irak (1952-53) donde su papá P. Eldon Dennis fue
comisionado por la ONU para un proyecto de desarrollo ya que era Ingeniero de
aguas subterráneas A sus escasos 6 años iba y venía caminando solo a la
escuela, así de pacífica era Bagdad. La escuela era para niños de extranjeros e
iraquíes acomodados, ahí enseñaban monjas inglesas y francesas. Phil recuerda
cómo empezó a odiar las clases de inglés, pues la monja inglesa, una gorda tipo
sargento se la pasaba inútilmente corrigiéndole su acento texano, en cambio las
francesas gozaban enseñado su idioma y felicitándolo por su avance en la
lengua. Irak iba a marcarlo para el resto de su vida. Allá la familia trató a
un ingeniero iraquí que además era Bahaí, Abbas Baghdadi. Fue tanto el trato
con esa persona que sus papás se convirtieron a esa fe. Ya de regreso a Lubbok,
Texas, ese ingeniero visitó a los Dennis, años después moriría terriblemente
torturado por el régimen represor. Texas Tech fue la universidad donde su padre
enseñó y donde Philip después de graduarse en la Universidad de Cornell iba a enseñar
también durante 34 años. Aquella exposición a personas de otros idiomas y
costumbres, más su disposición personal, le ayudó a hacer investigación en
Oaxaca, el norte de Brasil, Costa Rica y entre los miskitos de Nicaragua donde
aprendió el idioma. El ejemplo de sus padres practicantes del humanismo Bahaí,
fue algo que internalizó en su trato con la gente que conoció en las
investigaciones de campo, entre colegas que ayudó facilitándoles estadías en
Texas Tech, en auxilio de los discriminados públicamente como personalmente
pude observar en mis correrías con él en Estados Unidos y varios estados de
México. Mis hijos le están agradecidos por haberlos recibido por meses en su
casa para que aprendieran inglés en las escuelas públicas y campos de verano. Conocí
a Philip en Cornell y pronto nos hicimos amigos, soy padrino de Conrad el menor
de Brian y Kari. Cuando estuve en cuidados intensivos por un infarto, él vino a
visitarme a Oaxaca. Cuando se jubiló se cambió con su esposa Becky a California
donde también estuvo enseñando en la Universidad de California en Chico. Con
Gabriel mi hijo fui a verlo en 2015 cuando Kari su hija le organizó un homenaje
y cuando ya era víctima del Alzheimer. El año de la pandemia del 2020 cayó
víctima del Covid-19 y estuvo hospitalizado como último recurso pues los
pronósticos eran muy negativos. Le salió lo texano y se recuperó de la
infección, pero el Alzheimer siguió su destrucción y tuvo que ser internado en
un asilo bien atendido en Lubbock. En su retiro en Chico tuvo tiempo para
reflexionar cómo hubiera sufrido su padre con la invasión americana a Irak,
país que tanto quiso. Phil escribió sobre sus compatriotas ignorantes unos,
otros creyendo en la rectitud de su gobierno: “¿De dónde sacaron que quitando a
un dictador, y luego ocupando su país militarmente llevarían paz y bienestar?
¿Hasta qué profundidades de locura hemos descendido? ¿Cómo podemos prevenir
esos colosales errores en el futuro?” Y en su mente que ya no recuerda igual,
aún se hace esa pregunta cuando recibe noticias de lo que sucede no sólo en el
medio oriente lejano, sino en su propio país. Tenía esperanza de que en las
próximas elecciones el país supiera elegir al que corrigiera el rumbo…”(datos
de “A Chico man remembers living in a peaceful Iraq¨ by Phiip Dennis, Chico
News & Review, Volume 35, Issue 32, April 5, 2012). En el homenaje por sus
70 años en 2015, se le notaba preocupado, casi angustiado por terminar de
fotocopiar suficientes copias para los invitados de una serie de bignettes
sobre su estancia entre los miskitos. Ya llevaba tiempo diagnosticado de
Alzheimer aunque no era notorio, pues seguía enseñando en la universidad, y
menos, en los escritos breves que repartió, es tal humor de lo que cuenta, los
nombres de personas y lugares, que nadie sospecharía que estuviera enfermo. El
quería que se publicaran sus artículos en forma de libro. También deseaba
escribir una historia de vida de Víctor, un pescador miskito que fue su
informante, compañero de viajes, constructor de su palafito y con quien se llamaban
de hermano según la costumbre miskita después de conocerse durante 20 años
desde 1978. Quería algo parecido a la Historia de un bracero de Zenón Ramírez
de Oaxaca. Tuvo una relación parecida con Beto de Santiaguito, Etla, donde hizo
investigación para obtener el doctorado en 1970. Cada vez que regresaba a
Oaxaca iba a visitar a su amigo. Este Beto era una leyenda, hombre de campo
macizo que nada lo detenía, fue el primero en Oaxaca que pudo bajar la señal de
televisión por medio de una antena hecha de colchón de resortes que se usaban
antes, era mecánico de coches, hubo vez que fue a componer la máquina del
ferrocarril que nadie lo podía arreglar. En toda la región de los Etla, don
Beto instaló bombas de agua que también reparaba, ideó hacer pozos de agua con
anillos de concreto que se iban bajando conforme se escarbaba, logró que los
campesinos hicieran represas por todos lados. A mí también me hubiera gustado
haberlo grabado, eran incontables sus experiencias cada vez que le llevaba el
viejo Datsun a servicio. Su hijo Beto aún conserva y mejora el taller mecánico
y la granja justo a la entrada del pueblo a un lado de la carretera hacía
México. Beto siempre me preguntaba cuándo iba a regresar Felipe, lo mismo hace
mi dentista Dr. Ángel Gómez con quien venía a tratarse desde Estados Unidos.
Así respetaba y se llevaba Felipe con la gente que rápidamente se ganaba su
amistad, una cualidad envidiable para un antropólogo. Profundamente preocupado
por las clases pobres, los indígenas y sus culturas tradujo al inglés el México
profundo de Guillermo Bonfil (Mexico Profundo: Reclaiming a Civilization,The
University Texas, Press, 1966). En sus mismas palabras: “la mayoría de los
antropólogos que han vivido con otras gentes…sienten la necesidad periódica de
regresar. El trabajo de campo te abre las puertas con la gente, se hacen
relaciones que duran toda la vida….y cuando se presenta la ocasión se impone
regresar”. (Introducción, The
Miskitu People of Awastara, University of Texas Press. 2004).
En su primer matrimonio con Mary Beth, además de sus tres hijos, obtuvo
contacto con la fe católica que le era desconocida, y la práctica de ésta ya no
nunca lo dejó, con su familia asistía a misa los domingos en la parroquia para
chicanos de Lubbock, a donde me obligaba acompañarlo cuando estuve de profesor
visitante en el Texas Teck. No había modo de zafarse, pasaba por Ángeles, los
niños y por mí en su destartalado Volkswagen, carro que contrataba con los
Cadillacs blancos que llevan a los texanos los domingos a sus diferentes
servicios religiosos. Todavía con Kari, en San Francisco, días después de la
celebración de sus 70 años, en una fonda japonesa donde comimos quiso dar
gracias primero tomándonos de las manos. Siendo un conquistador natural, no
tuvo mucha suerte con las mujeres con las que se casó. Becky su tercera esposa
fue su inseparable compañera que lo acompañó hasta el fin de su vida
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