jueves, 12 de junio de 2014

La polarización ideológica en Chiapas


                                      Manuel Esparza

El pasado 7 de mayo se presentó en el Centro de Difusión Universitario Intercultural (CEDUI) de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH) el libro Un legendario activista de Chiapas: Mardonio Morales. Antecedentes del levantamiento zapatista de 1994. Los comentaristas fueron Mercedes Olivera, Jesús Morales y Alberto Athié. Si bien ese evento fue cinco días después del artero asesinato de un líder zapatista en La Realidad, todavía no se daba la protesta masiva por ese nuevo ataque de la contrainsurgencia contra las bases zapatistas. Esta política nunca la ha abandonado el estado, no importa cuál sea el gobernador desde 1994 se está dando de diversas maneras, desde dividir a las comunidades, en un tiempo, por medio de los ¨tres reyes magos¨: (Andrés Fabregas, Eduardo Robledo Rincón, Eraclio Laco Zepeda) repartiendo bienes y dinero, hasta ahora con cruzadas electoreras contra el hambre. En el ámbito estatal esa política contrainsurgente es facilitada por un gobernador en gira fotográfica continúa y en donde el que gobierna es el presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado.
     La reacción contra el asesinato del maestro José Luis Solís López  se dio hasta el siguiente sábado día 24 acompañada de varios artículos de H. Bellinghausen  criticando entre otros a los intelectuales que han cuestionado aspectos del zapatismo basados en informantes parciales (Vgr. La Jornada, 21, 23, 24 de mayo). El zapatismo no sólo volvía a cobrar bríos sino también la polarización que se da en varios sectores de la sociedad tanto local como fuera de ella. Quedó una vez más delimitado el diálogo que puede haber sobre Chiapas: de un lado la opinión de que el zapatismo está ¨derrotado¨ (M. Estrada Saavedra) al ¨somos ejemplo en México y el mundo,¨(comandante Moisés), o ¨la maravilla del mundo¨ (Marcos al referirse a las bases de la autonomía, citas en H.B.).
         El libro originalmente se iba a presentar en la Universidad de la Tierra-Chiapas, pero este plantel decidió después de varios meses de apalabrado, que mejor ahí no. Por lo visto no fue del gusto de ellos el subtítulo del libro que hace mención a varios hechos y procesos anteriores al levantamiento de 1994. Su negativa sin más explicaciones da lugar a pensar que los de esa Universidad piensan que el movimiento zapatista es inédito y ningún antecedente de los mencionados en la introducción del libro son significativos. Pero también entre otros académicos distintos conocedores de la situación hay reticencia a opinar por miedo a ser mal interpretados, y también por ¨precaución¨ para no ser asociados a corrientes de pensamiento contrarias a las de los gurús de adentro y fuera que se han constituido en los sabedores únicos de lo que sucede.  
         Pero no sólo en el mundo académico se nota esa polarización viva. Ninguno de los párrocos de la diócesis aceptó asistir a la presentación-homenaje de los escritos de un sacerdote difunto a pesar de haber sido invitados personalmente. Todavía  guardan en la memoria la ¨imprudencia¨ de Mardonio Morales de haber declarado que había guerrilla en Chiapas antes de 1994, hecho que negaba el gobierno. Eso lo vieron como una falta de respeto al obispo don Samuel que veía cómo se venía abajo un reconocimiento oficial de la diócesis que estaba esperando de gobernación. Tampoco asistió el obispo Arizmendi confirmando la dificultad inicial que adelantó Alberto Athie cuando se le invitó a  presentar el libro de que al obispo no le iba a gustar su presencia en San Cristóbal. Las desavenencias entre  ellos dos provenían de cuando estuvieron juntos en la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
    La polarización de ideologías y ánimos se hace sentir entre los mismos agentes de la pastoral, entre los mismos miembros de una misma orden religiosa como es el caso de los jesuitas y entre éstos y los dominicos. Más significativa  es la división entre los mismos indígenas muy bien reportada recientemente en los artículos mencionados de Bellinghausen en el contexto de la contrainsurgencia. Sólo el caso de Galeano ejemplifica hasta dónde puede llegar el pragmatismo cuando de alianzas se trata que garanticen beneficios, entre otros, aplacar el hambre. En ese caso paradigmático fue una mujer indígena la que macheteó y arrastró al activista pro zapatista.
         Hablando de otro tipo de polarización, mucho escriben los antropólogos sobre la identidad étnica, la religión que permea toda la actividad social comunitaria y le da sentido a su cosmovisión de las realidades que les explican su lugar en el mundo, en la comunidad. Hasta se habla de etnocidio por la evangelización impuesta. San Cristóbal y alrededores es un laboratorio donde cuestionar esas tradicionales afirmaciones. El amplio arcoíris religioso está punteado por el crecimiento exponencial de iglesias protestantes en una población cuya religión colonial se creía imbatible. En pleno centro urbano de San Cristóbal brotan como hongos las casas y templos de las distintas denominaciones cristianas, y también las madrasas, mesquitas y hasta una sinagoga en proceso de construcción.
         La misma postura zapatista recientemente confirmada excluye cualquier otra vía política que no sea la de ellos, se desecha así la vía de ¨las elecciones o las armas¨ (subcomandante Moises, La Jornada, mayo 27, 2014). Mientras tanto el país se tambalea por la violencia, el desempleo, la corrupción, es estrujado como un títere por los grandes intereses internacionales con el agachamiento de los vendepatrias. El pueblo atónito no ve soluciones y tampoco líderes que orienten, no acepta los purismos ideológicos de los intelectuales que ocultan el miedo a la denuncia, no entiende cómo puedan llevarse a cabo en urgente plazo de tiempo las  repetidas idealizaciones por medio de mantras ¨abajo y  a la izquierda¨  ¨mandar obedeciendo.¨
         Volviendo a la presentación del libro, Athié comentando a Mardonio Morales quiso ilustrar el peligro de aferrase a visiones ideológicas de cualquier género que impiden analizar la realidad. Hizo hincapié en la necesidad de interpelar las bases de la ideología de la autoridad religiosa y lo ilustró con el siguiente testimonio. Siendo él Secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral Social (1996-1999) fue a Roma y pidió un consejo para llevar a cabo su nombramiento al Cardenal Echegaray entonces Presidente de la Comisión de Justicia y Paz de la Iglesia Católica. ¨Todo lo que se ha hecho hasta este Nuncio (Prigione) ha sido un error¨, le dijo el Cardenal, y explicó: ¨todo lo que se ha logrado es dividir a la Iglesia en una zona de conflicto y eso puede llevar no sólo a incrementar la violencia sino a un cisma en la Iglesia católica. Yo le pido  a Ud. que vaya y busque que los obispos encuentren un espacio para dialogar entre ellos aunque no estén de acuerdo. Esa es mi encomienda. Va a ir un nuevo Nuncio y lleva la misión de entender mejor lo que está pasando y ver cómo acerca a los obispos en la comunión.¨
   Una de las piedras de la discordia episcopal era la institución del diaconado que don Samuel fomentó logrando así una Iglesia autóctona que en opinión de Athié  es una aportación a la Iglesia universal. El nuevo Nuncio Justo Mullor no ocultó que en Roma se veía con suspicacia el diaconado indígena, sin embargo,  mediante el diálogo con don Samuel y el obispo Vera Mullor intuyó que en esa experiencia había algo muy valioso. No opinaban así muchos de la jerarquía que hasta veían en ese diaconado una ¨maniobra para la subversión¨, añadió el comentarista.
   Athié en el puesto que tenía en la Comisión se asesoraba con un grupo de analistas de los medios de comunicación y de otras partes. Fue así como se llegó a saber que los militares en la zona norte estaban preparando a grupos paramilitares y armándolos por un lado, y por otro exacerbando el conflicto en la zona. Dada la inminencia de una posible masacre se propuso como solución que se redactara una carta al Presidente Zedillo para que él como Jefe de las fuerzas militares detuviera el conflicto. Esa carta debía entregarla personalmente el Presidente de la Conferencia Episcopal. Para entonces había dejado de serlo Monseñor Obeso que fue ¨extraordinariamente cercano a don Samuel¨. Mons. Luis Morales fue el sucesor y al que había que convencer de entregar la misiva (el mismo que años después como arzobispo de San Luis Potosí 1999-2012 protegió pederastas). Dado que el  Papa había convocado a un sínodo de obispos, Athié fue a Roma a buscar a Morales. Éste se escabullía dando pretextos para no recibir a Athié. Ya el último día, Athié decidió meterse al comedor del Colegio Mexicano donde estaban los obispos mexicanos. El Cardenal Rivera le preguntó qué hacía ahí. Rivera, dice Athié, no estaba de acuerdo que él estuviera en la Comisión, ¨era un enemigo acérrimo de don Samuel y quería a toda costa  terminar con ese modelo de Iglesia que promovía don Sam.¨ Se le explicó al cardenal con detalle el peligro de una masacre dada la información recabada. El cardenal no le dio importancia y preguntó al obispo Arizmendi que oía la conversación, qué opinaba de lo que decía Athié. Arizmendi respondió igual que lo haría años después Zedillo en su juicio en Estados Unidos por genocidio:
                   - Se trata de conflictos comunitarios, no hay más que eso.
                   - Ya viste, dijo Rivera, hasta luego.
                   - Me voy, respondió Athié, pero quiero decirles que si sucede algo, nosotros también vamos a ser responsables.
   El 22 de diciembre de 1997 tuvo lugar la matanza en Acteal.


esparzacamargo@hotmail.com