lunes, 24 de septiembre de 2018

Díaz Ordaz y los jesuitas


     Los jesuitas y Díaz Ordaz en el 68

                     Manuel Esparza

Mucho se ha escrito de lo sucedido en la Plaza de las Tres Culturas hace 50 años. No son pocos los pronunciamientos de las autoridades responsables que justificaron las acciones, ocultaron a los responsables, distorsionaron lo hechos. Uno de ellos, el Presidente Díaz Ordaz durante dos horas y media estuvo dando su versión en privado al Provincial de los jesuitas P. Enrique Gutiérrez Martín del Campo. Eso fue el 19 de diciembre de 1969 en los Pinos.
Se hizo un resumen escrito del contenido del monólogo de Díaz Ordaz que el que esto subscribe tuvo acceso a él y que luego fue publicado en la revista PROCESO años después (No. 108 del 27 de noviembre de 1978) a los 10 años de la matanza de Tlatelolco. Algunas de las afirmaciones ejemplifican la mente manipuladora y cínica del presidencialismo mexicano.
Díaz Ordaz dice estar preocupado por algunas tendencias del clero en meterse en política, pero que con la mutua cooperación de él con las altas autoridades eclesiásticas se podrán evitar los problemas. Propone en concreto, si alguien del gobierno obstaculiza la labor espiritual, en este caso de la Compañía de Jesús, pide se le informe pues ¨el hará lo que esté de su parte para situar a esa persona¨. Pide en reciprocidad que cuando alguien obstaculice la labor del gobierno, el Provincial pondrá ¨en su sitio¨ al responsable. Así, añadió, se solucionaron problemas cuando él era Secretario de Gobierno en Puebla y el P. Espino secretario de la Mitra. Lo mismo dijo estar sucediendo entre el Delegado Apostólico y él.
 Lo más significativo fue su versión del conflicto estudiantil, así es como quedó redactada en el resumen del Provincial de esa reunión: 
 ¨Los primeros incidentes fueron choques entre los estudiantes y la policía, en la que ésta última salió muy mal librada por su inferioridad numérica y de armamento, pues en muchos casos las granadas lacrimógenas no explotaron porque eran viejas a pesar de que podrían haber tenido nuevas, pero ´los encargados de abastecerlas se habían robado el dinero´.
   ¨Después de varios encuentros entre la policía y los universitarios con estas características, la policía no quería ya ir puesto que se encontraría en situaciones muy adversas y fue por eso que tuvo que enviar al ejército para controlar las situaciones¨.

(Comentario: que la policía no sirve para reprimir manifestaciones se siguió repitiendo hasta hoy. El ejército es la solución aunque sea inconstitucional mandarlo a las calles. Increíblemente no han bastado 50 años para lograr una policía eficiente).

Prosigue el texto del resumen: ¨La cosa culmina con la toma de la Universidad Nacional Autónoma que se había convertido, según él, en un Estado independiente en el cual se efectuaban juicios, se hacían matrimonios, etc. Se determinó que eso no podía ser, y con gran dispendio de fuerza y envío de un regimiento de tanques fue tomada la Universidad. La razón de este dispendio de fuerza fue precisamente para que no se causara por ningún lado ninguna baja. ´Las piedras no les hacen nada a los tanques´. Así pues fue tomada la Universidad y devuelta a los pocos días.
¨En el Politécnico la cosa fue diferente y provocó una situación mucho más grave por el hecho de haber dado armas de fuego a la policía y mucho trabajó costó el controlarlos en su sed de venganza y la situación en el Politécnico fue más difícil y grave con resultados sangrientos¨.

(Comentario: la Universidad fue tomada por el ejército el 18 de septiembre del 68 al mando de tres generales de división y numerosas tropas. ¿Tanques en la universidad contra estudiantes que ¨contraían matrimonios¨, en donde se estaba llevando un examen profesional en la facultad de Economía. y en donde números profesores y alumnos deambulaban por todas las instalaciones? La dirección de Radio Universidad fue el cuartel general del ejército. Por cierto, éste salió de la universidad como había entrado: como asaltantes sin orden judicial, y sin que el rector Barros Sierra solicitara su salida como quería el Secretario de Defensa García Barragán.  Pues de hacerlo legitimaría el allanamiento. Cuando salió el ejército dejaron un recado en Radio Universidad: ¨Excelente colección de discos, lástima que esté en manos de comunistas¨. Acusación típica de entonces que pesaba para justificar represiones. Recordar que el PCM volvió a la vida pública hasta con la Reforma Constitucional de 1977).
Continúa la versión del Presidente al Provincial de los jesuitas el 19 de diciembre de 1969. Así explicaba los hechos en Tlaltelolco: ¨Los grupos que manejaban el movimiento habían escogido el zócalo para armar un escándalo mayor: pero pronto se dieron cuenta que ni era el lugar más apropiado y así o evacuaron fácilmente sin mayor problema y escogieron entonces la plaza de las Tres Culturas en Tlaltelolco con una serie de facilidades para sus fines que ellos querían lograr. En efecto, la geografía y topografía del lugar hace muy difícil el control por parte de la policía y muy fácil la actuación de grupos terroristas (sic). Explicó con bastante detalle la situación geográfica del lugar incluyendo de un modo especial al edificio Chihuahua en el cual él indicó que vivían muchos refugiados españoles con tendencias comunistas (sic, sic)¨.
¨Allí en Tlaltelolco¨, según él dijo, ¨se verificó una operación diabólica según la cual el ejército había sido enviado para controlar la situación y con órdenes de defenderse pero no de atacar, fue atacado (sic), sembrando la confusión en un momento dado por parte de los grupos que desde el edificio Chihuahua dispararon contra la gente y contra el ejército, creando la situación que terminó con ese saldo de treinta y tantos muertos (sic) y cerca de 150 heridos¨.
¨Como pruebas extrínsecas de que los hechos eran así¨, él aducía el hecho ¨de que hubiera tanto corresponsal extranjero perfectamente bien instalado y protegido en lugares y en sitios desde los cuales pudieron tomar muy buenas fotos y buenas películas de algo que ellos sabían que iba a pasar. El mismo comandante de las tropas fue uno de los primeros heridos y precisamente con una bala que venía en una dirección de arriba hacia abajo (sic
 Al hecho de que se habían ocultado muertos, él contestó categóricamente diciendo ¨que no se había ocultado absolutamente ningún muerto, ningún herido y añadiendo a modo de prueba decía ´no podemos acallar la voz de tantas madres mexicanas´. En seguida narró cómo con frecuencia agarraban a los estudiantes y los metían a la cárcel: ´agarramos miles pero los volvimos a soltar´. Indicó después como sólo quedaron presos aquellos a los que verdaderamente se les comprobaba, bien por antecedentes, bien por hechos concretos del momento, que eran personas peligrosas para la paz pública, asesinos, agitadores profesionales, etc.¨
 Pasó luego a narrar la situación actual en el sentido de la presión que se le estaba haciendo ¨para liberar a los presos políticos y cómo su sentido de celo de la autoridad le impedía poner en libertad a gente que él juzgaba que debía estar en prisión por el peligro que representaba par la sociedad¨, y añadía ¨que si dejaba salir a esos, por qué no dejaba salir a los rateros y a los ladrones y a los asesinos que por otras razones estaban en la cárcel…me han cerrado las puertas al presionarme.¨
   Aquí algunos comentarios del mismo Díaz Ordaz sobre el ejército en ese monólogo disfrazado de entrevista al Provincial: ¨El único donde queda disciplina es en el ejército. El colegio Militar es una especie de oasis…qué culpa tienen estos pobres soldados ignorantes que han tomado este oficio para ganarse la vida, qué culpa tienen de que se les ordene que guarden el orden, pero eso yo tomé totalmente la responsabilidad, porque ellos no tienen elementos para tomarla¨.
Este calculador cínico dejaba de vez en cuando caer opiniones de otros jesuitas que él apreciaba: su pariente el P. Jacobo Blanco, el P. Pardinas, y hasta Monseñor Méndez Arceo. Su intención era darle a entender al Provincial que él estaba enterado de quiénes otros de esos religiosos había que ¨ponerlos en su lugar¨.  Así mismo confesaba con fingido candor rasgos de su propia familia, especialmente de su madre que de chico ¨lo presionaba para que ayudara hasta tres misas los domingos aparte del rosario de la tarde¨. Recuerda además qué tan cristiano era su origen: ¨tenía prohibido ver el edificio donde estaba la Logia, y que le había de dar un rodeo para no pasar frente al colegio metodista¨.  Todo muy edificante, ¿cómo dudar de la sinceridad de una persona así? (Ver texto de esta entrevista en PROCESO No. 108 del 27 de noviembre de 1978).
Enrique Martín del Campo ya no siendo Provincial se refirió a esos jesuitas a los que Díaz Ordaz quería fueran señalados y vigilados. En carta a PROCESO del 2 de diciembre de 1978 dice: ¨Dentro de la tensión de aquellos días, el peligro de aprehensiones y de la muerte estuvo cerca de varios compañeros (jesuitas)…entonces supe por algunos amigos el disgusto extremo del Sr. Presidente porque las autoridades eclesiásticas no intervenían para condenar a los universitarios. Entre dichas autoridades era mencionado el Provincial de los jesuitas¨ (PROCESO núm. 109 del 2 de diciembre de 1978).
La iglesia de entonces guardó distancia del movimiento, sencillamente no tenía nada qué contribuir ni al análisis de la situación ni a proponer soluciones (Ver M. Esparza, Excelsior del 3 de octubre de 1968). Hubo más religiosos que sí participaron y sufrieron las consecuencias, entre ellos los profesores jesuitas que fueron expulsados del Tecnológico de Monterrey, el retiro económico de empresarios al Centro de Estudios Educativos, A.C., dirigido por el jesuita Pablo Latapi, y como consecuencia de la toma de conciencia social el sierre del elitista Colegio Patria en Polanco en la década de los 70s, el sierre de colegios de niñas ricas dirigido por monjas. Debido a represalias contra religiosos activistas varios tuvieron que salir del país. En las décadas posteriores al 68 y debido a otros factores también, se experimentó un masivo abandono de miembros de diversas órdenes religiosas y del clero diocesano. No sólo la sociedad fue despertada hacia una mayor toma de responsabilidad social, también en la Iglesia grandes sectores de laicos y clérigos probaron una nueva libertad.

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