viernes, 22 de febrero de 2013

Dimite el Papa...!Ufff¡


Manuel Esparza

 

No se retira, renuncia a su cargo. Es una dimisión muy diferida, hace años desde que era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe debió dejar de ser parte de la conducción de una Iglesia decadente. Para mediados de los 90s del siglo pasado la deserción en las filas de creyentes era enorme, entonces se hablaba de más de 20 millones de bajas. En el presente fácilmente esa cifra es lo doble. En cualquier empresa de negocios donde se diera algo semejante se reuniría el consejo de directores para destituir al presidente por ineficaz. Ratzinger, entonces, como Prefecto era el cerebro gris detrás de la orientación doctrinal de la Iglesia, el moderno inquisidor en contra de los defensores de la teología de la liberación y de los avances logrados después del Concilio Vaticano II. Debió junto con el Papa y demás corresponsables haber sido destituido. Lo que es más, debieron haber sido enjuiciados por herejes (sopas….!).

 

El juicio doctrinal

Mire Usted, el Concilio Ecuménico XVI, en Constanza (1414-1418) declaró dogmáticamente, es decir, de fe, que la máxima autoridad en la Iglesia es el Concilio. Ahora compare lo que Ratzinger como Prefecto dijo: ¨Dado que el poder del primado es supremo, no hay ninguna otra autoridad a la cual el Pontífice Romano en su ejercicio del don que ha recibido  deba responder jurídicamente¨ ([1]). Y tanto durante el largo papado de Juan Pablo II como el de Benedicto XVI se ha estado actuando autoritariamente  sin la participación colegiada de obispos y en contra de muchas disposiciones del anterior Concilio. En palabras autorizadas: “el Concilio Ecuménico, según el dogma de Constanza, tiene superioridad sobre el papa, éste puede dimitir, e incluso puede perder automáticamente su puesto en determinados casos de herejía, cisma o enfermedad mental” ([2]).

El juicio moral

Uno de los grande logros de la evolución natural en el especie humana ha sido dotarnos de un mecanismo que nos evite destrozarnos como brutos animales. Se llama empatía, y es esa facultad de  poder ponernos en los zapatos de otro y además sentir en carne propia lo que otro pueda estar sufriendo. No ha sido un logro instantáneo, ha tenido hasta retrocesos  debido a otras fuerzas que nos componen como son los mecanismos sociales que con frecuencia han sido más poderosos que las buenas disposiciones naturales. En la Edad Media, por ejemplo, dominó la cultura de la crueldad. Llegó a ser una diversión pública de chicos y grandes ver cómo quemaban vivas  retorciéndose  a mujeres acusadas de brujas, cómo se desmembraba el cuerpo del condenado tironeado por caballos en distintas direcciones. Los museos de instrumentos de tortura muestran como mujeres u hombres podían ser empalados por el ano o aserrados en dos desde las inglés. La Santa Madre Iglesia aprobaba esos métodos de confesión.

     Ahora imaginemos qué sufrirían nuestra pequeña hija, nieta o hermana que apenas están en primaria cuando incrédulos nos enteramos que han sido violadas en la escuela no una vez sino varias y ellas no contaban nada y se callaban aterrorizadas. Qué habrá sufrido la mamá que supo que su niño de 5 años estuvo viendo  muchas veces el enorme falo de su maestro  y sentir que lo desgarraba por dentro. Tratemos de imaginar qué daño se les causó a todas  esas criaturas para el resto de sus vidas.

      Pues esa cultura de la crueldad contra infantes y adolescentes se ha estado reactuando durante décadas  por incontables  desalmados que ganándose la confianza por ser parientes cercanos o figuras de respeto han abusado tan animalmente de esos inocentes. El juicio moral debe ser implacable contra aquellos que pudiendo haber evitado más daños no lo hicieron sino hasta los facilitaron. Sin más es el caso de los sacerdotes pederastas que han sido protegidos por sus superiores y aun vueltos a poner en situaciones de delinquir.

      El caso de Maciel ejemplifica por qué el juicio moral contra esos encubridores debe ser contundente. Ratzinger como Prefecto supo de los hechos  y se excusó de actuar  porque Maciel era amigo del Papa. Perdón señor Ratzinger pero Ud.  debió haber hecho público el caso y castigado al culpable, y si no lo podía hacer por no disgustar al anciano pontífice, Ud. debió haber renunciado a su puesto. Pero pudo más no quedar mal con el jefe que actuar conforme la más elemental moralidad. Ninguna razón, y menos la esgrimida de evitar un daño a la Iglesia, es válida para permitir que se siguiera sodomizando a jóvenes.  Tenía razón Voltaire: ¨Esos que te pueden hacer creer en disparates te pueden hacer que cometas atrocidades.¨

 

Incomprensible final

Es noticia conocida el número de presidentes de bancos o grandes corporaciones que han sido destituidos en todas partes en estos tiempos de crisis mundial. Algunos han tenido el descaro de otorgarse bonos millonarios antes de irse, pero se han ido en total desprestigio.  ¿Se puede uno imaginar a Dominique Strauss-Kahn que salió hace dos  años de la presidencia del Fondo Monetario Internacional siendo ovacionado en una plaza pública y rodeado de  los grandes ejecutivos como gran despedida antes de ir a la cárcel?

    Estamos sólo a unos cuantos días de que deje la oficina Joseph Ratzinger y se vaya de vacaciones. Será muy emotiva su última aparición desde el balcón del Vaticano, llegarán  de todas partes los ejecutivos que en la Iglesia se les dice jerarcas a despedirlo y agradecerle sus nombramientos. Los cardenales también doblemente agradecidos por formar una mayoría escogida por el mismo Ratzinger, estarán también en cuerpo pero con la mente en quién elegirán como el gran  ejecutivo de esa gran empresa que aun decadente,  diezmada y desprestigiada  todavía les genera muchos beneficios y reconocimientos. Elegirán al que les asegure que nada cambiará.

                                                                                                                                                                                            esparzacamargo@hotmail.com



([1]) ¨La primacía del sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia¨, L´Osservatore Romano, 18 de noviembre de 1998:5-6 (versión semanal en Inglés).
(2) Hans Küng, Libertad conquistada, Memorias, Editorial Trotta, 2004: 455.
 

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