lunes, 17 de diciembre de 2012

20 niños asesinados


20 niños asesinados

Manuel Esparza

La imagen que corrió  ayer por las redes del mundo de  una familia que se acababa de enterar que su pequeño hijo estaba destrozado y sin vida es conmovedora en grado sumo. La madre en llanto es consolada por otro padre de familia, el esposo atrás de su mujer levanta la vista al cielo abriendo la boca en total estado de incredulidad. Sin duda es un hombre creyente que pide al cielo  una explicación de lo sucedido.

   Dos decenas de niños entre 5 y 10 años fueron asesinados dentro mismo de una escuela Kínder y de Primaria al norte de la ciudad de Nueva York. Sólo imaginar el dolor que algo semejante nos causaría si el hijito de esa familia fuera el nuestro nos hace llorar y sentir una gran solidaridad con la tragedia que sufren esos padres de familia. No hay prejuicios en nuestra empatía, no distinguimos a los  extranjeros de nosotros, nos reconocemos todos humanos en nuestra frágil e incierta seguridad. Son tales las posibilidades de que esa tragedia vuelva a suceder allá o acá que no se puede menos que reflexionar lo que es capaz de causar la mente enferma que ha perdido la capacidad de sentir el dolor ajeno. Es la enfermedad de los sicarios, de los violadores de infantes, de los que ordenan genocidios.

   Otra imagen de ese drama completa los elementos de reflexión: el presidente de estados Unidos conmocionado llorando ante las cámaras y decretando varios días de luto.  En las estaciones de radio y televisión la se advertía que las imágenes sangrientas no se harán públicas. Eso recuerda a la esposa de Bush viejo recomendando que los adultos explicaran los bombardeos televisivos a Bagdad en forma de luces pirotécnicas para no impresionar a los menores.  Y para no impresionar a los adultos Bush hijo prohibió que se hicieran públicos en casa los entierros con honores militares de los caídos en la guerra de invasión contra Irak. Se dijo que medio millón de niños murió por hambre y por los bombardeos en las ciudades iraquíes. Nadie de los que ordenaron el genocidio lloró por ellos.

  Un presidente llorando y confesando que su reacción ante ese terrible hecho era como padre de familia, no como presidente es intrigante. Quiso decir que él como hombre, se ponía en los zapatos de los padres dolientes, que sentía lo que la mayoría de los humanos sentimos: compasión por el otro en desgracia. Pero, ¿qué quiso decir que lo hacía no como presidente? ¿Acaso porque deja de ser humano y no tiene empatía siendo Comandante en Jefe que tiene que firmar cada vuelo de drones sabiendo que el daño que se busca es matar más civiles que blancos militares? Cientos de miles seres humanos han quedado lisiados, huérfanos en las últimas guerras imperialistas en Medio Oriente y Asía Occidental. Innumerables cárceles donde se aprisiona a gente sin cargos, sin juicios y donde la tortura se acepta como un medio para proteger la  seguridad nacional. Los mismos críticos de Obama con razón lo consideran el presidente más militarista en la historia de su país.

   Esa misma política imperialista aceptada por nuestros propios vende patrias ha asesinado a 70 mil mexicanos, dejado así incontables niños muertos, familias deshechas, 25 mil desparecidos  y una patria incierta y cada vez más inhumana. 

  Uno piensa que si esa gran masa de americanos estuviera informada de lo que hacen sus gobiernos en otras partes, si pudiera ver los cuerpos destrozados de niños y jóvenes en los campus de universidades y escuelas, quizá se empezara a movilizar para que acabara tanto sufrimiento justificado por falsas razones.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Rafael Cruz V


IN MEMORIAM

 

Don Rafael Cruz Vásquez

Un legendario protector del patrimonio


Manuel Esparza
 
 
 
Precisamente cuando sale una administración y entra otra que continuará la política de hacer rentables los bienes históricos por medio de la inversión turística, se va un extraordinario defensor del patrimonio arqueológico de Oaxaca. Don Rafael, un hombre macizo que a los 93 años, ya jubilado,  aún respondía sin rodeos a cerca de su dedicación al cuidado de los sitios arqueológicos de la región de la Cañada.  

         A los 19 años comenzó sus  dos únicos  años de Primaria, a los 71 la concluyó junto con la Secundaria. En 1964 entró como vigilante a trabajar al INAH de Oaxaca y durante 30 años recorrió a pie innumerables pueblos vigilando sitios  contra saqueos y descubriendo nuevos.  Su área de trabajo llegó a cubrir  26 pueblos de la región de la Cañada más otros más en todo el estado entrenando a otros vigilantes.

         Minucioso observador de vestigios fue registrando innumerables sitios que han servido a muchos arqueólogos de obligada referencia. Los historiadores han abrevado en sus notas a cerca de la localización de lienzos, mapas y libros escritos en mixteco. Sus anotaciones se publicaron en  1999 (Arqueología de la Cañada de Cuicatlán: Vigilancia y compromiso de un custodio, Centro INAH Oaxaca).

         La colaboración de don Rafael se hizo más necesaria con la promulgación de la ley de 1972 sobre los monumentos arqueológicos. Fue el tiempo en que se tomó en serio, en el país, la preservación del patrimonio. Las penas por el tráfico de piezas arqueológicas llegaron a ser más severas que las del tráfico de drogas. A nivel federal se comisionó personal de la PGR para coadyuvar con el personal del INAH en la persecución de los saqueadores. En Oaxaca se hicieron decomisos y encarcelamientos, se hicieron registros de colecciones privadas con la prohibición de seguir incrementándolas. Se hizo una amplia publicidad en todos los rincones del país en pro de la conservación del patrimonio. En Oaxaca se repartieron posters con la leyenda: Manos mexicanas lo hicieron, manos mexicanas deben conservarlo. Hubo presupuesto para abrir delegaciones del INAH en la república, para crear plazas de investigadores y vigilantes, se hicieron museos regionales, de sitio y comunitarios.

    Fue en la actividad de inspector que Rafael Cruz pasó a ser una leyenda entre los arqueólogos. Se comentaban y adornaban las hazañas que tuvo, como cuando a punta de pistola trajo a la ciudad a un presidente municipal que vendía piezas, los líos que se metió por traer a la fuerza objetos sin registro, las amenazas contra su vida como cuando a balazos repelió a los que lo querían matar a pedradas desde lo alto del cañón de Tomellín por donde regresaba a pie a su casa de Telixtlahuaca. Para los que trabajábamos en las oficinas era un problema verlo llegar con un fajo de reportes exigiendo oficios inmediatos de suspensión de obras, admoniciones a presidente municipales, denuncias de saqueos que tenían que atender los arqueólogos y no para mañana… pues él regresaba de inmediato a los pueblos a repartir los oficios y a acompañar al arqueólogo de guardia para hacer arqueología de rescate que a veces se prolongaba por días.

    Ante las envestidas de estos regímenes neoliberales en que no sólo los bienes culturales se quieren comercializar sino también  los recursos naturales incluyendo la integridad territorial, no deja de llamar la atención sus propias palabras en su libro: ¨Por mi parte, quisiera expresarles  que uno de mis grandes anhelos en este mundo sería el de vivir muchos años, solamente porque quisiera seguir cuidando y preservando la muestra de estas culturas milenarias de las que somos parte, y las que son también herencia de nuestras futuras generaciones. En absoluto debemos permitir el exterminio de nuestras culturas ancestrales, evitemos que a través de saqueos se lleven a cabo el arrasamiento de las mismas.¨