20 niños
asesinados
Manuel Esparza
La imagen que corrió ayer por las redes del mundo de una familia que se acababa de enterar que su
pequeño hijo estaba destrozado y sin vida es conmovedora en grado sumo. La
madre en llanto es consolada por otro padre de familia, el esposo atrás de su
mujer levanta la vista al cielo abriendo la boca en total estado de
incredulidad. Sin duda es un hombre creyente que pide al cielo una explicación de lo sucedido.
Dos decenas de niños entre 5 y 10 años fueron asesinados dentro mismo de
una escuela Kínder y de Primaria al norte de la ciudad de Nueva York. Sólo
imaginar el dolor que algo semejante nos causaría si el hijito de esa familia
fuera el nuestro nos hace llorar y sentir una gran solidaridad con la tragedia
que sufren esos padres de familia. No hay prejuicios en nuestra empatía, no
distinguimos a los extranjeros de
nosotros, nos reconocemos todos humanos en nuestra frágil e incierta seguridad.
Son tales las posibilidades de que esa tragedia vuelva a suceder allá o acá que
no se puede menos que reflexionar lo que es capaz de causar la mente enferma
que ha perdido la capacidad de sentir el dolor ajeno. Es la enfermedad de los
sicarios, de los violadores de infantes, de los que ordenan genocidios.
Otra imagen de ese drama completa los elementos de reflexión: el
presidente de estados Unidos conmocionado llorando ante las cámaras y
decretando varios días de luto. En las
estaciones de radio y televisión la se advertía que las imágenes sangrientas no
se harán públicas. Eso recuerda a la esposa de Bush viejo recomendando que los
adultos explicaran los bombardeos televisivos a Bagdad en forma de luces
pirotécnicas para no impresionar a los menores.
Y para no impresionar a los adultos Bush hijo prohibió que se hicieran
públicos en casa los entierros con honores militares de los caídos en la guerra
de invasión contra Irak. Se dijo que medio millón de niños murió por hambre y por
los bombardeos en las ciudades iraquíes. Nadie de los que ordenaron el
genocidio lloró por ellos.
Un presidente llorando y confesando que su reacción ante ese terrible
hecho era como padre de familia, no como presidente es intrigante. Quiso decir
que él como hombre, se ponía en los zapatos de los padres dolientes, que sentía
lo que la mayoría de los humanos sentimos: compasión por el otro en desgracia.
Pero, ¿qué quiso decir que lo hacía no como presidente? ¿Acaso porque deja de
ser humano y no tiene empatía siendo Comandante en Jefe que tiene que firmar
cada vuelo de drones sabiendo que el daño que se busca es matar más civiles que
blancos militares? Cientos de miles seres humanos han quedado lisiados,
huérfanos en las últimas guerras imperialistas en Medio Oriente y Asía
Occidental. Innumerables cárceles donde se aprisiona a gente sin cargos, sin
juicios y donde la tortura se acepta como un medio para proteger la seguridad nacional. Los mismos críticos de Obama
con razón lo consideran el presidente más militarista en la historia de su
país.
Esa misma política imperialista aceptada por nuestros propios vende
patrias ha asesinado a 70 mil mexicanos, dejado así incontables niños muertos,
familias deshechas, 25 mil desparecidos y una patria incierta y cada vez más inhumana.
Uno piensa que si esa gran masa de americanos estuviera informada de lo
que hacen sus gobiernos en otras partes, si pudiera ver los cuerpos destrozados
de niños y jóvenes en los campus de universidades y escuelas, quizá se empezara
a movilizar para que acabara tanto sufrimiento justificado por falsas razones.