Debemos sentir la rabia y la impotencia de ver ante nuestros ojos un genocidio. Ser judío es pertenece a una religión, ser sionista es ser anexionista, tratar a los enemigos como animales, justificar sus crímenes con lo que han inventado: que una deidad los escogió y les dio ese territorio. Por eso SIONISMUS DELENDUS EST.
Manuel Esparza
—¿Vas a destruir a los inocentes junto con los
culpables? Tal vez haya cincuenta personas inocentes en la ciudad. A pesar de
eso, ¿destruirás la ciudad y no la perdonarás por esos cincuenta? ¡No es posible que hagas eso de matar al
inocente junto con el culpable, como si los dos hubieran cometido los mismos
pecados! ¡No hagas eso!
—Hasta por esos diez, no destruiré la ciudad (Genesis 18: 32).
Pero el cruel innombrable (YHWH), el Huitzilopochtli de los judíos pues, no halló ni un
solo justo. Ante la inminente destrucción una víctima suplica:
— No puedo
escapar al monte, no sea que el desastre me alcance, y muera. Ahora he
aquí, esta ciudad está bastante cerca para huir a ella, y es pequeña.
Te ruego que me dejes huir allá para salvar mi vida.
Y él le respondió: —He aquí, te
concedo también esta petición de no destruir la ciudad de que has
hablado. Date prisa, escapa allá, porque nada puedo hacer hasta que
llegues allí. (Génesis 19).
Y la estampida de cientos de miles del norte
al sur comenzó a pesar de los rayos destructores que caían. Entonces el tal
Vengador desde los cielos contempla a los humanos para ver si hay algún sensato que lo busque. Pero
todos se han pervertido, sé han corrompido sin excepción; no hay quien haga el
bien, ni uno solo (Salmo 143: 2-3).
Un cronista desde
Grecia (Corinto) confirmó la matazón sin que ninguno se compadeciera y clamara
por la paz:
—Como está
escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a
Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua
engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de
maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto
y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz (Romanos 3:1-31).
¿Paz? A l contrario, los que toman el bastón de
mando del Señor de los sionistas exhortan a los suyos:
—Recuerda
lo que te hicieron cuando estabas cansado y fatigado,
salieron a tu encuentro y atacaron por la espalda a todos los rezagados. ¡No
tuvieron temor de Dios! Por eso, cuando el Señor tu Dios te dé la victoria sobre todas las
naciones enemigas que rodean la tierra que él te da como herencia, borrarás
para siempre el recuerdo de los descendientes palestinos. ¡No lo olvides!
Por tanto, cuando Jehová tu Dios te dé descanso
de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que Jehová tu Dios te da por
heredad para que la poseas, borrarás la memoria de Palestina debajo del cielo;
no lo olvides. (Deuteronomio 25: 16-19).
El sanguinario
lugarteniente de la cruel deidad da la orden para que no pare el nuevo
holocausto:
“Ahora vayan y hiéranlos y destruyan absolutamente
todo lo que tengan y no los perdonen, pero mátenlos, tanto a hombres como a
mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y burros”, Netanyahu, citando a Samuel 15:3.
Ante tragedia en
vivo de miles y miles de masacrados, ¿no habrá un solo justo entre los
sionistas que acabe con tanta maldición, que aplique la ley judía: Al que lesione a su prójimo se le
infligirá el mismo daño que haya causado: fractura
por fractura, ojo por ojo, diente por diente. Sufrirá en carne propia el mismo
daño que haya causado. Una sola ley regirá, tanto para el nativo como
para el extranjero. Yo soy el Señor su Dios (Levítico 24: 19-22).
Es tanta la impotencia a nivel individual ante
el genocidio en proceso y a todo color que es inevitable desear que un solo “terrorista” mero judío
mande a Netanyahu al Seol
hebreo, mejor al Iztepetl azteca donde el genocida tendrá que sufrir el desgarramiento
de pedernales filosos (Terce nivel del Mictlán).
Sin embargo, los otros que sí pueden hacer
algo son corresponsables por omisión. Es el caso tristemente de México que
parece haber optado por mirar a otro lado excusándose por estar atendiendo la
devastación de Acapulco. Ni siquiera se ha atrevido a antagonizar a Estados
Unidos el principal homicida trayendo al embajador de Israel a México. Qué
manera de terminar una epopeya de logros en el sexenio, a pesar de las fallas,
con esa mancha de complicidad con el exterminio de un pueblo.
Oaxaca, noviembre 3, 2023