Una crítica constructiva
Nancy Farriss, Lenguas de fuego en la
evangelización de México (s. XVI-XVIII).
I. Resumen de temas
relevantes
Se
está ante un texto enciclopédico, exhaustivo como nos tiene acostumbrados la
autora en sus publicaciones. Es de felicitársele el facilitar a los
especialistas innumerable citas de textos originales de catecismos. confesionarios,
sermones, escritos en español e idiomas zapoteco y mixteco principalmente.
En
los diversos temas que versan sobre la conquista y la otra conquista
“evangélica”, hay uno poco conocido: cómo se pudieron haber comunicado los
extranjeros de la Península Ibérica con los nativos. ¿Cómo dar a entender la
nueva doctrina religiosa sin saber las lenguas?
Para responder la autora
tuvo ante sí todas las fuentes a su mano, y para poder ella misma leerlas
aprendió uno de los ajenos idiomas y se asesoró de nativos entrenados en interpretar
sus propios idiomas viejos. Toda una tarea reminiscente de aquellos pioneros etnohistoriadores
como Córdoba, Sahagún, Acosta. No era suficiente
enfrentarse a un corpus enorme de fuentes primarias, era necesario visitar las
comunidades y pasarse meses y años con nativos revisando vocabularios y
tradiciones. Todo esto, además, supuso adentrarse en los arcanos de la
lingüística, la sintaxis, la fonética, la semántica…
Dificultad
en aprender las lenguas
Fueron los “indios bilingües y biculturales”
los indispensables traductores intérpretes de los recién llegados y “para los incapaces de aprender el idioma” (énfasis
añadido) (p. 67-8).
Ya
desde ahora no deja de llamar la atención la rapidez con la que los nativos
aprendieron el castellano, pero se insiste que esa facilidad no la tenían los
de la península. Se sabe por otro lado que los españoles llevaban varios
cientos de años antes del s. XVI incursionando el mundo hacia el oriente y
comerciando con diferentes culturas y lenguas. Los franciscanos ya se habían
experimentado en el s. XII en misionar más allá del viejo mundo. En 1253, el
franciscano Guillermo de Rubruck tenía pláticas religiosas con el Gran Khan en
la Eurasia oriental. En 1276, Jaime II de Aragón había fundado una escuela para
el aprendizaje de lenguas orientales en la que participaban muy activamente los
franciscanos[1]
ellos fueron los que participaron en la conquista y colonización en las
Canarias, los que vinieron con Colón, ya desde 1508 andaban evangelizando en el
Caribe y Centro América[2]. Por cierto, se cita que
en la Española se educaba indios y mestizos antillanos, ¿en qué idioma? No se
dice. (p. 193, n. 9).
Según
la autora, ese entrenamiento de los frailes no los capacitaba para aprender
lenguas tonales (p. 124). Contrasta esa afirmación con los testimonios de
frailes que hablaron varios idiomas, incluidos algunos de la familia otomangue (p.
94, n.30). Contrasta también que se afirme que en el término de una generación
se haya hecho la hazaña de documentar tantas lenguas, su alfabetización, sus
gramáticas y diccionarios "hazaña intelectual que nunca ha sido superada
en los anales lingüísticos” (pp.122-23).
La
dificultad en el aprender idiomas locales no era exclusivo de los frailes: “El
conocimiento multidialectal entre los misioneros y demás personal eclesiástico no era más excepcional que entre los funcionarios de
los tribunales y los muchos mercaderes…” (p. 103).
Se
añaden otros actores: “los soldados y otros laicos fueron los primeros en
entrar en escena, los primeros en aprender el náhuatl…” (p. 1127) otros
pioneros fueron los “conquistadores y aventureros” (127). Se afirma que las
lenguas parecidas a las tonales de Mesoamérica se dan en muchas partes del
mundo “el chino mandarín es uno de los ejemplos más conocidos” (p.124). Ya
antes de llegar a Oaxaca los frailes hablaban náhuatl: “y aprendieron el
mixteco y zapoteco u otras lenguas de
sus alumnos bilingües y de los nahuatlatos) (p. 132) (otros actores: los
nahuatlatos).
Fue
tan rápido el aprendizaje de lenguas tan difíciles “sin luz, sin maestro, sin
arte, sin platicante, sin vocabulario, ni otra industria humana” que se creía
era obra divina… (p. 128). Entonces, ¿eran incapaces de aprender? “¿Era
“hipérbole”solamente de los frailes presumidos como Córdova? (p.129).
El
dominio de las lenguas por parte del clero regular les daba ventaja sobre los
diocesanos, pues “aparte de hablarlas con fluidez” publicaron manuales
lingüísticos y sermones en lenguas nativas.
Una dificultad mayor paras los fines de
transmitir la doctrina cristiana era la incompatibilidad de la traducción.
Sencillamente no había términos equivalentes para varios de los conceptos
básicos del cristianismo. (Paradoja para un creyente: Marcos 16:15-18 Y les dijo:Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura). Si chocaban los conceptos de la doctrina cristiana con la cosmovisión
indígena, la pregunta entonces es:
¿Cuál
era la cosmovisión de los indígenas?
Tanto
Sahagún con su “formidable compilación etnográfica” y Córdoba con su
diccionario y entradas adicionales trató de documentar “todas las facetas de la
vida y el pensamiento de los indios” (p. 152) Pero no se sabe cuál era ese
pensamiento en el texto de la autora fuera de pocas referencias.
¿Qué
comunicaban los frailes con tanto esfuerzo, de gestos, imágenes,
traducciones, elaborados sermones…?: Aparte de leer y escribir, “los principios
básicos de la doctrina cristiana” que incluyen “oraciones y varios preceptos y
listas de virtudes.” Para eso servía el
catecismo, ¿cómo se enseñaba éste?: “El ABC de la doctrina que todos tenían que
recitar de memoria aun los adultos para refrescarles la memoria, técnica que
aún se reserva en las parroquias”.
(Comentario sarcástico: ¿en otras partes del
mundo católico no se aprende lo mismo de memoria? Los principios básicos de la
doctrina y El Padre Nuestro, Ave María…. no vienen por selección natural…ni por
el bautismo, hay que saberlos de memoria…).
En
la misma información que se ofrece en el texto, se ve que no se reducía todo a
que aprendieran “lo mínimo para salvarse” que diría el Arz. Gillow en s. XIX
refiriéndose a que los indos no sabían persignarse, ni sabían el Credo[3]. Se necesitaba de la
instrucción y ésta venía por medio de la predicación así fuera mediada por
intérpretes. Aquí al lector se le antojaría tener los textos de esos
catecismos. A falta de esa información esencial se puede analizar el contenido
de un texto del temprano en s. XVII que sirvió de enseñanza de la doctrina
hasta fines del s. XX. El catecismo Ripalda señala principios doctrinales más
allá de la memorización y en donde además se hace énfasis en la ética del
cristiano: “Lo que la Iglesia Romana nos muestra, Lo que manda saber, Creer
y hacer, Credo y Mandamientos, Oraciones y Sacramentos, Bien pronunciado, creído
y obrado.”[4]
El resultado de la
empresa de cristianización con las dificultades apuntadas especialmente de la traducción
lleva a preguntarse la autora ¿“qué tanto se quedaron cortos sus empeños- de
los misioneros- de equivalencia perfecta? Y se responde: Esta es la pregunta
central del presente estudio” (p. 29). ¿Qué efectos tendría la
evangelización en la conducta de los neófitos? Tema de otro estudio, aquí “la
preocupación central” es cómo se comunicaba el mensaje “de lo que todo fiel
cristiano es obligado a creer y obrar para salvarse.”
¿Evangelización
a medias?
“La
mayoría de los indios en México fueron bautizados sin tener una idea clara de
los principios básicos de la nueva fe, mucho menos una comprensión de las
reglas de conducta que estaban obligados a cumplir una vez que fuesen
cristianos” (p. 219). Farriss atribuye a la ausencia de testimonios directos
para poder valorar el resultado de la conversión, tema por tanto fuera del
alcance de los historiadores.
En cambio, se nota que para
los dirigentes nativos la conversión estaría impregnada de pragmatismo y los
demás actuarían por miedo a represalias, o la necesidad de “redimir vejaciones”
(p. 223). En momentos de sinceridad los frailes admitían que había quienes no
aceptaban el cristianismo de grado. En resumen, la prédica no hizo impacto en
cambiar la forma de pensar, fue un fracaso de la retórica cristiana.
¿Otras
maneras de evangelizar?
Aquí,
la autora, saliéndose del papel de historiadora, sugiere otras maneras de
conversión que hubieran sido “más apropiadas”, la milagrosa queda desechada por
fantasiosa y no propia del material que trabaja el historiador, en cambio, “un
modelo más apropiado para Mesoamérica (y en particular para los jóvenes) sería
el proceso largo y tortuoso del paganismo al cristianismo.” (p. 224). No se
dice cómo se operaría tal metodología, sólo se afirma que ese proceso daría
cuenta de la transición, del cambio gradual y aun por completar de
aceptar la nueva información conforme su propia idiosincrasia. Los que lo han
así transitado han hecho una síntesis que les permitía ser cristianos no
ortodoxos y al mismo tiempo zapotecos.
Aquí se adelanta
una reflexión del que esto reseña: Ese periodo de transición supone un avance,
llegar a un fin, aquí cabe discutir el concepto de sincretismo, que comúnmente
implica un mejoramiento, un ir de lo pagano a lo cristiano, de una forma impura
a una pura, y en el fondo revela un etnocentrismo que juzga que los otros son
los no acabados, los que van en camino en el mejor de los casos, o
sencillamente se quedaron a medias[5], “en empate” en conclusión
de la autora. Farriss ya en su obra de los indios de Yucatán se refería a este
proceso como síntesis: «el nuevo sistema fue una síntesis creativa que
aprovechó, para su estructura ideacional la tradición indígena y combinó en
distinto grado paganismo y cristianismo para articular formas nuevas»[6]. En este nuevo libro -en
contadas ocasiones se menciona en el texto el término sincretismo y alguna vez
el de “hibridación” que no parece implicar mayor diferencia.
II. El contexto social
Los
que leemos el libro hasta este punto, nos quedamos ayunos de la información del
contexto histórico social en el que se dio esa conquista evangélica.
¿Quiénes
eran los invasores? No hay una clara explicación de los demás personajes,
además de los funcionarios de la corona, los nahuatlatos y los misioneros; no
se habla de los encomenderos, los soldados, la corona, y las tensiones entre
ellos que explique el desarrollo de la conquista y colonización.
Como lo hizo Farriss en su primer libro[7] ahora se antoja ampliar la
información de qué clase de estado era el español y su imbricación con la
religión. En el estado español, el lazo religioso era el que ataba al pueblo,
al clero y a la nobleza en un sentimiento de comunidad. En esa forma lo
religioso no sólo era el fundamento del Estado sino la misma razón de ser de
éste. Quedaba así imbricada la esfera de la conciencia, de lo individual, de lo
privado, con el ámbito estatal. De ese modo el Estado absolutizaba la religión
y al mismo tiempo se apropiaba de la sociedad civil. Los límites de uno y otro,
de lo político y lo religioso eran muy confusos. No había esa distancia entre
la sociedad civil y el Estado en donde la política no fuera reducida a la
religión. La conquista se concibió entonces como una empresa del Estado y por
tanto religiosa. Cristianizar y conquistar eran sinónimos. Así se explicaría el
tan criticado bautismo de masas, éste no era para informase de una nueva
doctrina, ni para que la aceptaran, era más
más bien el boleto de entrada para recibir los favores por ser súbditos
de la corona.[8]
Farriss parece referirse a algo semejante: “en los primeros años, tras la
conquista, la prioridad fue establecer la identidad cristiana… por la
misma señal de la cruz y luego el bautismo” (p. 217).
El Estado, la Iglesia, el conquistador y un tema central: la conquista. Como en toda narración hay un hilo conductor que le da continuidad y significado: el indio. Muchas de las tensiones entre actores empezaron desde 1511 en la Española, los dominicos contra los encomenderos (Farriss apenas menciona a estos). Después la corona mediaba entre ellos favoreciendo a unos como en Burgos en 1512 en favor de los encomenderos o a los frailes, pero siempre tratando de disminuirles poder a ambos que afectara los intereses reales.
La
mano de obra del indio dio la posibilidad de la acumulación originaria, primero
en la extracción del oro, y agotado éste, a través de la minería especialmente.
El indio inseparable del objeto de la conquista, y al mismo tiempo motivo de la
empresa evangelizadora. Sin información del contexto social y de la evolución
de éste no se acaban de entender otros procesos que apenas se mencionan en el
texto de Farriss.
Córdova
en 1569 (Relación de la fundación… atribuida a él) habla de por qué los
indios seguían a los frailes: porque los trataban diferente de los
encomenderos. Esta referencia abre toda una discusión sobre qué se entiende por
religión y cuáles son las funciones que esta tiene en la sociedad. Discusión interminable,
pero baste señalar que el énfasis de Farriss en su libro es sobre un sistema
religioso basado en lo doctrinal, en los principios constitutivos de una
cosmovisión ajena a la nativa. Otras funciones quedan de lado como serían la
regulación de la conducta social, la satisfacción de necesidades psicológicas
de la naturaleza humana. Al dejar esta discusión de lado, es lógico que
concluya que fue deficiente la empresa evangelizadora, nunca aceptaron
conceptos intraducibles a la cosmovisión indígena, si acaso se logró ir a
medias…
(Otro
comentario irrespetuoso, los conceptos básicos del cristianismo, son
incomprensibles para todos los adherentes a esa religión, de lo contrario
dejarían de ser “misterios”).
III. Hacia un modelo más
comprensivo
“Las fuerzas sociales que mueven a la gente a aceptar un
sistema de creencias son más importantes que el contenido de lo que se cree”[9]
Todo
este tema del fenómeno religioso es fascinante si se le ve a la luz de las
aportaciones modernas de cómo conocemos, cómo se selecciona el conocimiento,
cómo decidimos actuar y como todas estas actividades van acompañadas de emociones
y sentimientos. Relevante para el tema es la dificultad de cambio a pesar de
estar asequible la información factual[10].
En
el texto la autora tiene cuidado explícito de no mencionar el término
“religión”, si caso mencionar “religión cristiana” (p.232), “religión autóctona”
(p.234) y en el Índice Analítico: “Religión zapoteca” para describir una serie
de prácticas (p.198). No hay ningún
intento de esclarecer el término, y esto es sin duda para evitar la discusión
de definiciones tan variadas del fenómeno. Quizá se avivó esa discusión desde hace
60 años, cuando la ONU se pronunció en el REPORTE ONU 2020
del 02 marzo 2022 sobre “Libertad de
religión o creencias”. El inicio, sin embargo, es el
descubrimiento del genoma humano que ha venido a cuestionar a las mismas
ciencias sociales: “El descubrimiento en 1953 de la doble hélice de la estructura
del DNA ha sido y es uno de los momentos cumbre de la historia de la ciencia y de
hecho ha influenciado las concepciones que se han desarrollado de la vida.”[11]
Entre
las muchas aportaciones significativas destaca, en mi opinión, la que revisa
las manifestaciones religiosas más antiguas, y hace ver que el concepto de
religión como se entiende en occidente es inexistente[12] y también en las lenguas mesoamericanas.[13]
Robert
Hinde es un etólogo no creyente (“un agnóstico inclinado ateísticamente” como
se define el mismo) que tuvo formación profesional en la baja Iglesia Anglicana
de Inglaterra. Hinde se propuso estudiar científicamente el fenómeno religioso,
aquí un poco de su pensamiento: “Necesitamos entender el impacto de la religión
en la psique humana. Numerosas evidencias muestran que la religión depende de
mecanismos psicológicos que se desarrollaron en contextos no religiosos:
debemos tratar de comprender cómo estos mecanismos contribuyeron a la ubicuidad
de la religión y su persistencia. Cómo es que cada sociedad tiene su propio
dios o dioses, ¿qué gana la gente con la religión? En las mentes humanas las
deidades son doblemente representadas intuitiva y teológicamente: ¿cómo es que
los críticos atacan solamente el aspecto teológico?” (p. IX).
Entonces
las necesidades psicológicas de la naturaleza humana son las creadoras de
explicaciones, de deidades, y éstas representadas en forma que el intelecto las
entienda: se parecen a nosotros, pero al mismo tiempo tienen algo de misterioso,
cualidades que contradicen lo que espera nuestra manera de discurrir. (La imaginación
de la mente humana tiene amplio campo para desarrollarse y actuar diría Maurice
Bloch (What the
transcendental social
requires is the ability to live very largely in imagination, (PDF) 2010. Why Maurice Bloch’s Work on ‘Religion’ Is Nothing
Special but Is Central. |
Laurent Berger - Academia.edu.
Continuando con Hinde, “la proliferación de los
sistemas religiosos ha alimentado el interés en resolver los problemas más
apasionantes en las ciencias de la conducta. A la luz de la ciencia las
enseñanzas religiosas todas literalmente son evidentemente falsas. Sin embargo,
las creencias religiosas han ayudado a los individuos hacerle frente a las
injusticias, al sufrimiento, al dolor a la muerte. Ha ayudado a fomentar el
valor del amor y el respeto a los demás todo lo cual ha contribuido a moderar
los problemas sociales” (p.1.)
Aquí cabe señalar que esas ideologías
religiosas también han causado conquistas, guerras sin parar. El modelo surgido
de las neurociencias debe también explicar estas contradicciones.
¿Este modelo de análisis se puede aplicar a la
evangelización en Mesoamérica? ¿Es cuestión de interrogar los textos desde esta
nueva perspectiva?
Para concluir, el esquema de explicación del fenómeno
religioso basado en la doctrina, en los principios dogmáticos concluye en lo poco
que penetró la nueva doctrina. Sin embargo, no tiene explicación de la
aceptación de la nueva religión, el despliegue en toda la región de casas de frailes
atendiendo miles de fieles, las construcciones suntuarias impulsadas por las
mismas poblaciones a pesar de las repetidas instrucciones a los frailes de
evitar gastos superfluos.[14] En fin, ¿cómo explicar el generalizado índice de
creyentes hasta el presente? En cambio, este otro modelo basado en las
necesidades psicológicas de los humanos permite dar cuenta de las diferencias y
semejanzas de las diversas manifestaciones religiosas en el mundo.
Una
constatación de esas necesidades se ha estado experimentando desgraciadamente
por causa de la pandemia COVID, y por la violencia causada por el crimen
organizado. Ante ese sufrimiento de pérdida de familiares, se multiplican las
rogaciones, visitas a santuarios, actos propiciatorios, invocaciones a la
divinidad y a la cohorte de vírgenes y santos. ¿La gente sufriente se acordará
de los incomprensibles dogmas, les importará no saber cómo explicar los misteriosos
conceptos de la religión institucionalizada?
[1] Mires 1991:167-8
[2] Mira Caballos, 1999
[3] Esparza
2006:85
[4] Ripalda
1618.
[5] Gutiérrez Estévez 1984
[6] Farriss
1984
[7]
Farriss 1995
[8] Mires
1991:133 y sig.
[9] Drążkiewicz 2022.
[10] Zuwerink, J. R., &
Devine, P. G. 1996; Kaplan et al. 2016
[11] Damasio
2018: 41
[12] Nongbri 2013
[13] Pharo 2007
[14] Esparza
2008: 189, 232-3
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