Memorias de un desertor del Ejército
Manuel Esparza
Uno de
los obstáculos principales para la observancia de los derechos humanos en
sociedades que no logran dar un paso definitivo a la democracia es el uso del
ejército de parte de los gobiernos para salvaguardar los intereses de las
clases dominantes. Describir la férrea y a veces arbitraria disciplina de los
cuarteles, criticar el abuso de la autoridad de los mandos superiores contra
los militares inferiores, delatar la subordinación vergonzosa a la suprema
autoridad civil en asuntos que contradicen la misma ética militar puede ser un
ejercicio novelesco. Pero si el autor de la ficción fue militar, su testimonio
cuestiona la obediencia militar como excusa al cumplir órdenes que implican
crímenes de Estado. De nuevo están sobre la mesa los juicios de Núremberg, el
grito de monseñor Romero a los soldados pidiéndoles desobedecer las órdenes de
matar civiles, las decisiones de conciencia de miles de soldados desertores. Memorias
de un desertor es una valiente denuncia del uso anticonstitucional del
ejército y del inexistente fuero con el que se quiere encubrir acciones
criminales.
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SOBRE
FRANCISCO GONZÁLEZ DURÁN DE LEÓN
Francisco González Durán De León
Francisco González Durán de León nació en la Ciudad de
México; se graduó como médico cirujano y partero militar (1980-1986). Viajó a
Chiapas a los 16 años con el padre Mardonio Morales S.J., donde conoció la
lucha civil, legal y pacífica para defender a la población tzeltal de los
abusos del gobierno y de los finqueros. Ahí entendió la misión y el compromiso
de la Teología de la Liberación impulsada por don Samuel Ruiz. En 1994, durante
el conflicto armado zapatista fue comisionado como comandante del agrupamiento
de labor social del Ejército mexicano en Simojovel, Chiapas, ahora con la
población tzotzil. La crisis existencial que le provocó observar que su misión
era contraria a las necesidades de los indígenas, lo llevó a externar sus ideas
y recibir varios reportes de las autoridades militares. Al justificar su
desacuerdo con las políticas del gobierno, solicitó su baja, que le fue negada.
Desertó en el sexenio de Ernesto Zedillo, a sabiendas de las graves
consecuencias familiares que ello implicaría.