Manuel
Esparza
El
pasado 7 de mayo se presentó en el Centro de Difusión Universitario
Intercultural (CEDUI) de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH) el
libro Un legendario activista de Chiapas:
Mardonio Morales. Antecedentes del levantamiento zapatista de 1994. Los
comentaristas fueron Mercedes Olivera, Jesús Morales y Alberto Athié. Si bien
ese evento fue cinco días después del artero asesinato de un líder zapatista en
La Realidad, todavía no se daba la protesta masiva por ese nuevo ataque de la
contrainsurgencia contra las bases zapatistas. Esta política nunca la ha
abandonado el estado, no importa cuál sea el gobernador desde 1994 se está
dando de diversas maneras, desde dividir a las comunidades, en un tiempo, por
medio de los ¨tres reyes magos¨: (Andrés
Fabregas, Eduardo Robledo Rincón, Eraclio Laco Zepeda) repartiendo bienes y
dinero, hasta
ahora con cruzadas electoreras contra el hambre. En el ámbito estatal esa política contrainsurgente es facilitada
por un gobernador en gira fotográfica continúa y en donde el que gobierna es el
presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado.
La reacción contra el asesinato del maestro José Luis Solís López se dio hasta el siguiente sábado día 24
acompañada de varios artículos de H. Bellinghausen criticando entre otros a los intelectuales
que han cuestionado aspectos del zapatismo basados en informantes parciales
(Vgr. La Jornada, 21, 23, 24 de mayo). El zapatismo no sólo volvía a cobrar bríos
sino también la polarización que se da en varios sectores de la sociedad tanto
local como fuera de ella. Quedó una vez más delimitado el diálogo que puede
haber sobre Chiapas: de un lado la opinión de que el zapatismo está ¨derrotado¨
(M. Estrada Saavedra) al ¨somos ejemplo en México y el mundo,¨(comandante Moisés), o ¨la maravilla del
mundo¨ (Marcos al referirse a las
bases de la autonomía, citas en H.B.).
El libro originalmente se iba a
presentar en la Universidad de la Tierra-Chiapas, pero este plantel decidió
después de varios meses de apalabrado, que mejor ahí no. Por lo visto no fue
del gusto de ellos el subtítulo del libro que hace mención a varios hechos y
procesos anteriores al levantamiento de 1994. Su negativa sin más explicaciones
da lugar a pensar que los de esa Universidad piensan que el movimiento
zapatista es inédito y ningún antecedente de los mencionados en la introducción
del libro son significativos. Pero también entre otros académicos distintos
conocedores de la situación hay reticencia a opinar por miedo a ser mal
interpretados, y también por ¨precaución¨ para no ser asociados a corrientes de
pensamiento contrarias a las de los gurús de adentro y fuera que se han
constituido en los sabedores únicos de lo que sucede.
Pero no sólo en el mundo académico se
nota esa polarización viva. Ninguno de los párrocos de la diócesis aceptó
asistir a la presentación-homenaje de los escritos de un sacerdote difunto a
pesar de haber sido invitados personalmente. Todavía guardan en la memoria la ¨imprudencia¨ de
Mardonio Morales de haber declarado que había guerrilla en Chiapas antes de
1994, hecho que negaba el gobierno. Eso lo vieron como una falta de respeto al
obispo don Samuel que veía cómo se venía abajo un reconocimiento oficial de la
diócesis que estaba esperando de gobernación. Tampoco asistió el obispo Arizmendi
confirmando la dificultad inicial que adelantó Alberto Athie cuando se le
invitó a presentar el libro de que al
obispo no le iba a gustar su presencia en San Cristóbal. Las desavenencias
entre ellos dos provenían de cuando
estuvieron juntos en la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
La polarización de ideologías y ánimos se
hace sentir entre los mismos agentes de la pastoral, entre los mismos miembros
de una misma orden religiosa como es el caso de los jesuitas y entre éstos y
los dominicos. Más significativa es la
división entre los mismos indígenas muy bien reportada recientemente en los
artículos mencionados de Bellinghausen en el contexto de la contrainsurgencia. Sólo
el caso de Galeano ejemplifica hasta
dónde puede llegar el pragmatismo cuando de alianzas se trata que garanticen
beneficios, entre otros, aplacar el hambre. En ese caso paradigmático fue una
mujer indígena la que macheteó y arrastró al activista pro zapatista.
Hablando de otro tipo de polarización,
mucho escriben los antropólogos sobre la identidad étnica, la religión que
permea toda la actividad social comunitaria y le da sentido a su cosmovisión de
las realidades que les explican su lugar en el mundo, en la comunidad. Hasta se
habla de etnocidio por la evangelización impuesta. San Cristóbal y alrededores
es un laboratorio donde cuestionar esas tradicionales afirmaciones. El amplio
arcoíris religioso está punteado por el crecimiento exponencial de iglesias
protestantes en una población cuya religión colonial se creía imbatible. En
pleno centro urbano de San Cristóbal brotan como hongos las casas y templos de
las distintas denominaciones cristianas, y también las madrasas, mesquitas y
hasta una sinagoga en proceso de construcción.
La misma postura zapatista
recientemente confirmada excluye cualquier otra vía política que no sea la de
ellos, se desecha así la vía de ¨las elecciones o las armas¨ (subcomandante Moises, La Jornada, mayo 27, 2014). Mientras tanto el país se tambalea por la violencia, el desempleo, la
corrupción, es estrujado como un títere por los grandes intereses internacionales
con el agachamiento de los vendepatrias. El pueblo atónito no ve soluciones y
tampoco líderes que orienten, no acepta los purismos ideológicos de los
intelectuales que ocultan el miedo a la denuncia, no entiende cómo puedan
llevarse a cabo en urgente plazo de tiempo las
repetidas idealizaciones por medio de mantras ¨abajo y a la izquierda¨ ¨mandar obedeciendo.¨
Volviendo
a la presentación del libro, Athié comentando a Mardonio Morales quiso ilustrar
el peligro de aferrase a visiones ideológicas de cualquier género que impiden
analizar la realidad. Hizo hincapié en la necesidad de interpelar las bases de
la ideología de la autoridad religiosa y lo ilustró con el siguiente
testimonio. Siendo él Secretario
ejecutivo de la Comisión Episcopal de
Pastoral Social (1996-1999) fue a Roma y pidió un
consejo para llevar a cabo su nombramiento al Cardenal Echegaray entonces
Presidente de la Comisión de Justicia y Paz de la Iglesia Católica. ¨Todo lo
que se ha hecho hasta este Nuncio (Prigione) ha sido un error¨, le dijo el
Cardenal, y explicó: ¨todo lo que se ha logrado es dividir a la Iglesia en una
zona de conflicto y eso puede llevar no sólo a incrementar la violencia sino a
un cisma en la Iglesia católica. Yo le pido
a Ud. que vaya y busque que los obispos encuentren un espacio para
dialogar entre ellos aunque no estén de acuerdo. Esa es mi encomienda. Va a ir
un nuevo Nuncio y lleva la misión de entender mejor lo que está pasando y ver
cómo acerca a los obispos en la comunión.¨
Una de las piedras de la discordia episcopal
era la institución del diaconado que don Samuel fomentó logrando así una
Iglesia autóctona que en opinión de Athié
es una aportación a la Iglesia universal. El nuevo Nuncio Justo Mullor
no ocultó que en Roma se veía con suspicacia el diaconado indígena, sin embargo, mediante el diálogo con don Samuel y el
obispo Vera Mullor intuyó que en esa experiencia había algo muy valioso. No
opinaban así muchos de la jerarquía que hasta veían en ese diaconado una ¨maniobra
para la subversión¨, añadió el comentarista.
Athié en el puesto que tenía en la Comisión
se asesoraba con un grupo de analistas de los medios de comunicación y de otras
partes. Fue así como se llegó a saber que los militares en la zona norte
estaban preparando a grupos paramilitares y armándolos por un lado, y por otro exacerbando
el conflicto en la zona. Dada la inminencia de una posible masacre se propuso
como solución que se redactara una carta al Presidente Zedillo para que él como
Jefe de las fuerzas militares detuviera el conflicto. Esa carta debía
entregarla personalmente el Presidente de la Conferencia Episcopal. Para
entonces había dejado de serlo Monseñor Obeso que fue ¨extraordinariamente
cercano a don Samuel¨. Mons. Luis Morales fue el sucesor y al que había que
convencer de entregar la misiva (el mismo que años después como arzobispo de
San Luis Potosí 1999-2012 protegió pederastas). Dado que el Papa había convocado a un sínodo de obispos,
Athié fue a Roma a buscar a Morales. Éste se escabullía dando pretextos para no
recibir a Athié. Ya el último día, Athié decidió meterse al comedor del Colegio
Mexicano donde estaban los obispos mexicanos. El Cardenal Rivera le preguntó
qué hacía ahí. Rivera, dice Athié, no estaba de acuerdo que él estuviera en la
Comisión, ¨era un enemigo acérrimo de don Samuel y quería a toda costa terminar con ese modelo de Iglesia que promovía
don Sam.¨ Se le explicó al cardenal con detalle el peligro de una masacre dada
la información recabada. El cardenal no le dio importancia y preguntó al obispo
Arizmendi que oía la conversación, qué opinaba de lo que decía Athié. Arizmendi
respondió igual que lo haría años después Zedillo en su juicio en Estados
Unidos por genocidio:
- Se trata de conflictos
comunitarios, no hay más que eso.
- Ya viste, dijo Rivera,
hasta luego.
- Me voy, respondió Athié,
pero quiero decirles que si sucede algo, nosotros también vamos a ser
responsables.
El 22 de diciembre de 1997 tuvo lugar la
matanza en Acteal.
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